No cambian de pareja ni se compran coches caros, tampoco se obsesionan con su físico ni con el deporte de riesgo, pero las mujeres tienen su propia crisis de los 40 y sus síntomas hay que tenerlos bajo control.
Las mujeres afrontan la crisis de la mediana edad de una forma totalmente diferente a la de los hombres. Normalmente nos invade un sentimiento de angustia y de insatisfacción personal por no haber alcanzado todas nuestras metas y cada día nos asusta más la idea de que algo malo les ocurra a nuestros seres queridos.
Hombres y mujeres afrontan la crisis de los cuarenta de forma diferente y experimentan sentimientos completamente distintos; sin embargo las etapas del proceso por la que pasan son las mismas.
ETAPA I: CHOQUE
Un día te levantas y compruebas en el espejo que tu pelo necesita algo más que unas simples mechas para disimular las canas y que hace tiempo que tuviste que cambiar la crema hidratante por el antiarrugas. Caes en la cuenta de que los efectos negativos del tiempo pueden disimularse pero no detenerse y esto se convierte en una fuente constante de inseguridades.
ETAPA II: NEGACIÓN
Hay muchas mujeres que se niegan a aceptar su edad y continúan luchando con la báscula para ponerse esos vaqueros que usaban cuando tenían veinte años menos y aún no habían dado a luz ni una sola vez.
Debemos ser conscientes de que el tiempo pasa, los cuerpos cambian y que no pasa nada si los vaqueros de cuando íbamos a la facultad nos aprietan, es normal. Quizás sencillamente ha llegado el momento de darles una oportunidad a otros vaqueros.
ETAPA III: DEPRESIÓN
Llegas tarde al trabajo y estás a punto de perder el autobús, así que decides pegarte la carrera. A duras penas llegas a tiempo para rogarle al conductor que te abra y cuando lo hace te falta el aire y vas con la lengua fuera. Es en este momento cuando nos viene a la cabeza la gran comparación: “yo antes corría diez kilómetros al día y ni me cansaba y ahora no soy capaz ni de cruzar un semáforo corriendo sin ahogarme” y la realidad nos toma por sorpresa: con los años hemos perdido nuestra forma física.
Cuando comienzan a llegar los niños al matrimonio y el trabajo cada vez nos deja menos tiempo, las pocas horas que tenemos libres únicamente pensamos en descansar, no se nos ocurre apuntarnos a un gimnasio ni salir a correr cada tarde antes de cenar, así que es normal que el cuerpo se oxide.
ETAPA IV: ENFADO
Nos enfadamos con nosotras mismas por cómo hemos dejado que la situación se nos fuera de las manos. Nos fustigamos por haber permitido pasar de la 38 a la 44 y ese mismo enfado en muchos casos nos lleva a tomar cartas en el asunto, aunque solo sea por amor propio. Esa actitud puede ser positiva, ya que podemos canalizar nuestro cabreo en ganas de mejorar y ponernos de nuevo en marcha.
ETAPA V: ACEPTACIÓN
Lo más importante es que tomemos las medidas oportunas para aceptarnos tal y como somos, comprender que los estragos del tiempo son inevitables y buscar ayuda profesional si vemos que la situación nos supera.
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